Relaciones
- Maya
- 9 may 2018
- 4 Min. de lectura
Cuando hablamos de relaciones, principalmente nos centramos en las que tenemos con la personas: amigos, familiares, pareja, hijos... Pero no nos paramos a pensar en cuál es nuestra relación con la comida.

Comemos porque hay que comer, por placer, para nutrirnos, de forma saludable, mal, para ganar o para perder peso, en compañía, solos... Pero te has planteado alguna vez, ¿que relación emocional tenemos con la comida?
¿Porque comemos de la forma en la que lo hacemos? ¿Porque tenemos tan presente la bolleria, los dulces y los procesados? ¿Será cosa de la industria? ¿De la cultura? ¿Realmente es una locura taaaaan grande comer garbanzos de desayuno? ¿No será un patrón que vamos repitiendo?
Las cosas dulces -por cosas me refiero a cruasanes, donuts, gominolas...- , nos suelen evocar a momentos felices de nuestra vida: cumpleaños, fiestas, nuestra infancia. A nivel mental, entonces, puede ser lógico el conectar lo dulce con lo emocionalmente placentero. Además de tener una predisposición a lo dulce, cuando queremos sentirnos bien, darnos un premio; acudimos a esta comida no tan sana, porque “me lo merezco” “porque llevo toda la semana portándome bien”, en vez de simplemente comernoslo. Lo justificamos, porque pensamos en el fondo que es algo “malo”, y necesariamente no tiene porque serlo. Como he dicho muchas veces, los comestibles no son alimentos, pero no quiere decir esto que no puedan estar de forma puntual en un contexto de una dieta saludable -basada en vegetales y comida real-.
Tener una buena relación con la comida es igual o más importante que lo que te estás comiendo. Por ejemplo, pensar que te estás dando un capricho porque lo has hecho muy bien, ¡está genial! pero la realidad también está que en el momento en que te lo comas y que no lo hayas hecho taaan bien, tendrás un problema: porque te vas a sentir culpable. Eso es una mala relación con la comida.
Puedes llevar una dieta sumamente saludable, sin procesados, ecológica, con superfoods o batidos detox; pero que tu relación con este tipo de comida sea tan rígida, que al final sea tóxica.
Cambiar los hábitos de alimentación no es tarea fácil. Nos pensamos que de la noche a la mañana nos hacemos conscientes, pero tengo que desvelar un secreto: una vez entiendes algo, debes esperar un tiempo hasta comprenderlo. Por lo que es bueno aceptar que te vas a caer y te vas a levantar varias veces.
Recuerdo haber tenido una relación complicada con la comida: quería tener una alimentación tan limpia, que mi obsesión por no incluir ciertas cosas me estaba generando un gran estrés. Y ese estrés, estaba evitando que mejorase. Y el no mejorar me frustraba todavía más. Vamos, a ver quien da más. En mi caso, la cosa se complicaba por un factor llamado “enfermedad” de la cual os hablaré otro día.
Y es que debemos entender que hemos tenido el mismo hábito de alimentación desde que comenzamos a comer sólido hasta ahora. Y que esos años, no se pueden eliminar y hacer como si no hubiese pasado nada y decir “ala, ahora borrón y cuenta nueva”
Pues no; puedes ser muy fuerte mentalmente, puedes volverte estricto, pero hasta que no crees el H A B I T O, la costumbre de comer de esta forma, y REINVENTAR tu relación con la comida; entendiendo que no hay que demonizar ni un solo alimento y que hay que diferenciar de estos de forma clara lo que es un comestible (dígase mal procesado) y darles el lugar pertinente en tu vida.
Es por ello que no dejaré de repetirte que si un día con amigos te comes una pizza de ciertos locales de fast food, no te sientas mal; que otro día te comes un polvorón, no te sientas mal; que un día te comes un trozo de pastel, no te sientas mal.
Y lo que es más importante: no porque un día sea un día o estés en tu cheat meal, si no porque tus hábitos habrán cambiado, y el darle un pequeño lugar a estos comestibles en ocasiones concretas te permite disfrutar de las reuniones, quedadas, cumpleaños... sin sentir tensión ni generar una relación con la comida a forma de recompensas; donde la comida pasa a tener una connotación psicológica y la utilizamos para sentirnos mejor, premiarnos o castigarnos. Y lamentablemente, esa no es una buena relación con la comida... debemos entender que ésta, en su base, debe alimentarnos y aunque también debemos disfrutar de ella, es importante que no la usemos en este sentido de forma emocional.
¡Y no pasa nada con ir poco a poco! Llegará un día en que esos hábitos serán tan fuertes que ya se habrán integrado en ti, y lo más seguro es que cada vez estos comestibles reciban menos espacio en tus hábitos alimenticios. Y llegará el día en que te veas buscando un pimiento o una zanahoria porque te apetece algo dulce.
Y llegará un día en que los mitos de comer cinco veces al día, que todas las grasas son malas y de que el cerebro necesita azúcar; desaparezcan, y deje de importarte que te hagan comentarios del tipo “pero si estás muy delgado/a para ponerte a dieta, por una patata no pasa nada” o “pero coge pastel hombre, que un día es un día” dejen de molestarte, porque ya no tendrás la necesidad de justificar y explicarle nada a nadie. No dirás nada más que un "no gracias, no me apetece", sin remordimientos, sin tensión y de forma natural. Cambiarás el no puedo, por no quiero. A eso se le llama estar alineado con uno mismo.
Me encantaría saber cuáles han sido vuestras experiencias, como es vuestra relación con la comida, y en que punto estáis: ¿habéis generado hábitos? ¿Se os antojan cosas que antes hubiese sido algo imposible? ¿Hay algún alimento que relacionéis con satisfacción a nivel emocional? ¿hay algún comestible al que no os podáis resistir?
Maya ~
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